#Novedades — Los vinos uruguayos cruzan el charco

El paisito, la Suiza de Sudamérica… Uruguay ha llamado siempre la atención por su capacidad para abrirse paso en terrenos super competitivos tan variados como el fútbol, el turismo y hasta el mercado de las carnes. Ahora le llega el turno del vino.

Si bien algunos de sus productos ya son conocidos por la enorme cantidad de argentinos que cruzan habitualmente el charco, la primera feria Wines of Uruguay, organizada por Wine Revolution en The Brick Hotel, fue una gran ocasión para probar vinos que bien pueden complementar el salto de calidad que desde hace más de una década experimenta la industria de nuestro país.

Como siempre, vale primero hablar del mérito. Se trata de un país con una población de unas 3 millones de personas, el equivalente cercano a lo que suman Mendoza y Salta, las principales provincias productoras argentinas, pero al que no le queda otra que explotar a fondo la geografía y las condiciones climáticas que la asemejan al húmedo sur de Francia. Los tanques para las uvas deben comprarlos en la Argentina y los vidrios para las botellas, en Chile. Aun así, se las ingenian para llevar desde hace décadas proyectos sustentables que se distribuyen en ese diminuto territorio que conocemos tanto: Montevideo, Canelones, Carmelo, Garzón y hasta las cercanías de Punta del Este. Y va la última comparación para poner en dimensión lo que estamos hablando: son en total no más de 7.000 hectáreas de producción, contra las 250.000 que suma sólo Mendoza…

La recorrida comenzó ya con particularidades. Si el Tannat es su cepa tinta emblema, el Albariño va en camino a ser su símilar en los blancos. Y ya con probar el ejemplar de Familia Bouza queda claro que hay potencial para seguirle el rastro. Se trata de la primera bodega en haber plantado la uva en Uruguay, a partir de que, en los años 50, don Juan Bouza imaginó que podía recrear las condiciones de su Galicia natal. Hoy podemos probar un vino bien fresco y característico, que en nuestro país se produce muy poco (Las Perdices es uno de los que se dedica).

De la misma cepa, pero con distinto estilo, algo más dulce, se destacó también el Albariño de Garzón, un proyecto con capitales argentinos, y que apunta directamente al mercado premium europeo. Cerramos la recorrida de los blancos con un ejemplar bien seco, interesante: Familia Deicas Preludio, Chardonnay + Sauvignon Gris + Viognier. Está producido por Establecimiento Juanicó, el emprendimiento de alta gama que ya se emancipó de su padre Don Pascual, el gigante del mercado vitivinícola uruguayo, acaso el más conocido en estas playas.

Se impuso entonces una degustación de Tannat. Las primeras uvas llegaron en 1870, desde Entre Ríos, precisamente de la mano del vasco Don Pascual Harriague. Con el tiempo, Uruguay se convirtió en el mayor cultivador de la uva, incluso por encima de sus progenitores Madiran e Irouléguy, sudoeste de Francia. Se trata de una cepa muy exigente en el aspecto agronómico, sensible a la humedad, pero que bien llevada da resultados muy eficientes. El resultado: vinos algo ásperos de entrada, pero que se tornan bien elegantes a medida de que crece su crianza en madera, y con estilo muy diferente a los que se producen en Salta, por ejemplo, a puro músculo.

Arrancamos bien arriba, con un Garzón Reserva 18 meses, del cual ya casi no quedan botellas en mercado. Un vino que incluso a unos $800 en góndola podría pelear en las ligas mayores con nuestros mejores créditos, con el diferencial de una uva poco convencional para el paladar al que estamos acostumbrados. En la misma línea se inscribe el Massimo Deicas, de Establecimiento Juanicó.

Con semejante introducción, fue cuestión de probar distintas variantes. Las versiones más tirando a lo joven del varietal puro no resultaron conmovedoras, pero sí su juego en distintos Blend. Para apuntar: el Noble Alianza (Tannat + Merlot + Marselán) de Bodega Traversa, el exquisito Monte Vide Eu (Tannat + Merlot + Tempranillo) de Bodega Bouza y el caleidoscópico Enigma, de Giménez Méndez, un multivarietal de Tannat + Chenin + Cabernet Franc + Marselán + Chardonnay + Pinot Noir + Petit Verdot + Sauvignon Blanc + Arinarnoa + Cabernet Sauvignon + Viognier + Merlot + Syrah + Malbec + Pinot Meunier.

Para cerrar, fuimos a por una rareza y un clásico uruguayo revisitado. Primero, el Nero Dávola de Bodega De Lucca, una uva italiana bien suave que se usaba anteriormente para cortes y ahora intenta su autonomía. Y el festejo con un auténtico Medio y Medio, la creación de la mezcla de un vino espumoso dulce con otro vino blanco seco, en este caso en una versión premium de Campotinto, un amigable emprendimiento en Carmelo.

Para elegir, pues, y estar atentos a cuando los vinos empiecen a pulular en nuestro mercado.

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